jueves, 7 de abril de 2022

SOY FELIZ (relato)


La vida es buena pues solo viviremos una vez y eso nos hace apreciarla, ¿no? Las personas que conocemos son felices, te diviertes con ellos, ríes, bromeas, sales, le dices cuando estás bien o mal, les pides un consejo. Porque la felicidad es esa sensación en la que quieres hacer de todo y sonreír, te sientes feliz cuando escuchas música, haces algo que te gusta, pasas tiempo con tu familia y te sientes acompañado.

Yo soy Pedro, tengo trece años, soy una persona pacífica, tranquila, relajada; me gusta el pop entre otras cosas. Mi madre es una mujer de treinta y nueve años qué pasó por una etapa de depresión al separarse de mi padre. Yo solo tenía tres años y eso me marcó. El daño fue tal que tuve que ir al psicólogo pues le decía a mi madre que la odiaba y que no quería estar con ella y amaba a mi padre. Él es un hombre de cuarenta y tres años, alto, y no quería estar alejado de él.

Estuve un año en el psicólogo. Después de dejar de ir al psicólogo pasaron algunos años, entonces cumplí nueve años. Todo estaba bien y estaba interesado por la depresión. Entonces me pregunté «¿qué es la depresión?» Me lo habían dicho de una forma simple: «La depresión es cuando estás muy triste», por ello me interesó más después de que me dijeran eso.

Por mi cuenta me volví una persona muy abierta, contaba lo que hacía, cómo me sentía, hacía preguntas. El cumplir los diez años me interesó aún más y decidí que tenía que entender todo eso. Yo entendía muy bien los temas, era capaz de dar una opinión con lógica, era una opinión respetable, pero aún era pequeño y así continúe.

Un día mi madre preguntó con tono de tristeza: «¿Eres feliz?» Yo le dije que no y me preguntó por qué. Le respondí que no lo sabía. Entonces me dijo que eso es la depresión. 

Eso me hizo preguntarme qué me falta, qué quiero, y cuando cumplí los doce años me dije a mí mismo: «Soy un inútil, no hago nada, mis calificaciones son regulares, no soy la persona más atractiva en el mundo, no tengo buen físico, entonces, ¿qué debería hacer con mi vida?» Tal vez no me falta nada, solo es el sentimiento de utilidad que todo humano necesita, tal vez solo es que necesito un propósito. Por eso pienso que quiero algo cuando en realidad no quiero nada, lo que es al mismo tiempo es contradictorio, pues si tengo todo lo que quiero, no tendré un propósito, me sentiré vacío, al igual que, si sé que no tengo un propósito, pero creo tenerlo. En realidad, ninguna postura me hará sentir bien, sigo sosteniendo la idea de que algún día seré feliz porque le temo a la muerte o al olvido.

La mayoría de las personas con depresión fingen ser felices, mi método fue mayormente mostrarme serio o triste, luego pasé a feliz, y nadie ha sospechado, o eso creo. Me muestro como un adolescente normal, porque el que alguien tenga depresión no significa que no pueda divertirse. Este método ocupo yo: me mantengo entretenido, ocupado, dependiendo de lo que estoy haciendo, para así olvidar la tristeza. 

Con la depresión se pierde poco a poco el interés por lo que antes te gustaba, te sientes cansado y sin ganas de hacer nada todo el tiempo. Yo solo quería dormir, por porque es el único momento en el que nada te puede hacer daño, no te estarás recordando lo inútil e insignificante qué es tu vida, porque estás inconsciente. Pero del mundo de la depresión no escaparás tan fácilmente, tendrás pesadillas que te recordarán que tu nacimiento no es más que una probabilidad, nadie te eligió ni moldeó por alguna razón, nadie quiso que nacieras… querían un bebé, uno, que pudo haber sido cualquier otro y nada habría cambiado.

Pero todos necesitamos atención para sentirnos relevantes y no sentirnos unos inútiles o un don nadie. Necesitamos sentirnos identificados con algo, nos gusta sentir que encajamos, nos gusta sentirnos acompañados, pero a la vez nos gusta sentirnos diferentes especiales: «las personas ricas son mejores que los pobres porque tienen el dinero, que manda; los blancos son superiores a los negros porque las personas blancas son más poderosas; los estadounidenses son mejores que los mexicanos porque son blancos, adinerados, tienen más territorio, son más inteligentes…» Y no podemos hacer nada para cambiarlo, todos son marginados de algún grupo.

¡Qué confusa es la psicología!

La psicología me confunde. En fin: «solo me calmaré», eso me dije a mí mismo después de escuchar todo eso.

Y es que todo comienza de nuevo cuando mi mamá, con un tono preocupado y nervioso, me dice:

- Hijo, hoy es tu cita con el psicólogo. Apresúrate o llegaremos tarde.

- ¿Tengo que ir con una psicóloga?

- Sí, es por tu bien. Vamos rápido o llegaré tarde al trabajo.

- Está bien, ya voy.

Conducimos al psicólogo casi por media hora. Cuando llegamos, mi madre dijo:

- Es una buena psicóloga, te agradará.

Yo, con un tono nervioso le dije: «está bien» Al fin y al cabo no tenía de otra.

Cuando entramos al consultorio, vi a la psicóloga y parece una persona calmada y confiada. Bueno, eso fue lo que pensé al escucharla. Hablaba con un tono tranquilo y seguro.

- Tú debes ser Pedro, un gusto conocerte.

- Hola, soy Pablo.

- Por favor, toma asiento. Te haré unas preguntas, ¿está bien?

- Sí, está bien.

- ¿Cuántos años tienes?

- Tengo trece.

- Bien deberías estar cursando primero o segundo de secundaria, ¿no?

- Sí, estoy cursando primero.

- Muy bien. Pedro, puedes dejarnos solas un momento.

- Está bien.

Subí al auto de mi madre y esperé. No sé de qué estaban hablando, pero estuve tranquilo todo ese tiempo hasta que nos fuimos. No estoy seguro de qué hablaron, pero sea lo que haya sido, fue muy preocupante para mi madre.

 

Pablo Benítez Sánchez

1° A

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